lunes, 10 de septiembre de 2012

ESE momento (parte III)

Dolieron esas palabras, y mucho. Me sentía impotente porque no podía hacer nada. Lloraba, y no podía hacer nada. No cambiaba nada. Qué iba a hacer? No quiero pensar. No quiero hablar. Dormir. Nuevo día. Tratar de olvidar. Dejarlo atrás y seguir adelante.
Clase de Economía Política, sentada en el fondo. Nunca entiendo nada lo que dice Alex, el profesor, no modula. Bajón. Agarro mi cuaderno de dibujo y comienzo a trazar una línea, una curva, otra línea: una gota. Lo repito en distintos tamaños. Me gustan las gotas. Son transparentes, delicadas, perfectas a su manera. Pinto los contornos de color azul, y el fondo gris con lápiz. Mili. Mili. Me escuchás? Te estoy hablando. Levanto la cabeza y ahí estaba Alex, mirándome desde atrás de sus anteojos redondos, tratando de llamar mi atención. Lo miro, me mira. Qué pasa? No me escuchás?  No. Y si te sentás adelante no vas a escuchar mejor?  Es lo mismo. No entendés nada de nada?  No entiendo nada de nada. No funciona el aparato?  No. No funciona nada, ya no sirve más nada. BAM. Me pegó fuerte lo que le contesté, "ya no sirve más nada". Silencio.

Alex se alejó y siguió dando la clase como si nada. Pero yo no, a mí me afectó. Me levanté de mi banco tratando de contenerme. Sin embargo, cuando llegué adelante para pedir permiso para salir ya había estallado. Salí de la clase bien rápido y fui directo al baño. Me descargué un buen rato. Salgo y estaba Luli, una de mis mejores amigas (y qué haría uno sin amigos?) e inmediatamente nos abrazamos. Me sentí contenida, lo necesitaba. La abracé sin darme cuenta que a partir de ese momento todo iba a mejorar. 
No me dijo mucho, los gestos pueden llegar a valer más que mil palabras entre nosotras, y este fue el caso. Me hizo sentir mejor, que no estaba sola, que aún sin que me entiendan completamente iban a estar ahí para sostenerme. 
Cuando salimos me dio la idea de hablar con Elena, la psicopedagoga del colegio. Ahora, MUY pocas veces encontramos tiempo para hablar con ella porque está ocupada, y además porque viene solo 2 veces por semana. Así que fue un regalo del cielo que ella haya estado ahí, en ese momento, para ser la persona que me haga pensar desde otro punto de vista, que me inspire confianza y que me ayude a avanzar con mi vida. Elena no es tan solo una psicopedagoga. Ella me escucha, me alienta, y siempre tiene las palabras justas para todo. No sé cómo se llaman las personas así, pero de cualquier manera siempre me inspira con todo lo que hace por mí y por los demás.
Nos sentamos a charlar. Me preguntó qué me pasaba, qué sentía, me compartió sus historias de vida. En una me dice "te das cuenta que cuando te implantes vas a escuchar la vida?". LA VIDA, que es lo que yo quiero vivir como se corresponde. Y por más miedo que me daba, ella me mostró que las cosas sólo podían mejorar, me reconfortó, me inspiró seguridad y tranquilidad. Y fue lo mejor que me pasó en el día, porque si no me hubiese hecho esa pregunta el profesor, yo no hubiese llorado ni hubiese hablado con Elena ni hubiese estado segura hoy que me lo tengo que hacer, que me lo quiero hacer.

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